Borriana vuelve a estar presente en el Guindo y otra vez por un asunto relacionado con extrañas sustracciones. Un día de estos lo estuvo porque el Ayuntamiento había tenido que disponer cámaras de teledvisión para grabar a los desesperados que sustraían en el cementerio municipal ramos de flores y marcos de plata de los usados para las fotos de los finados. Ahora la noticia se refiere también a sustracciones y las víctimas son los ancianos residentes de la Residencia de Ancianos valga la doble redundancia. A algunos de los de edad provecta, allí amparados, dos empleados los habían sustraido las joyas de que disponían. Afortunadamente bastantes han sido encontradas y devueltas a sus propietarios. Lo malo no es hacerse viejo. Lo pone el estómago del revés es que haya gente tan absolutamente miserable como para robar las cuatro cositas que las y los viejos, especialmente ellas, se habían llevado consigo tal vez para apurar su singularidad de mujeres y ese aroma de coquetería que siempre les va quedando, por mucho que el cuerpo ya no esté para demasiados festivales. Penita me dan.
Supongo que los empleados del centro, ladronzuelos ocasionales que aprovechaban su impunidad para rebuscar en la mesita de noche de los residentes cualquier cosa que brillara un poco más, joya o baratija, necesitaban hacer frente a la crisis como cualquier hijo de vecino y tiraron por lo facil. Pero afortunadamente les salió el tiro por la culata y van a perder el pan y el perro. El primero porque les han pillado y han recuperado la mayor parte del botín: el segundo porque se supone que dado su afán por apoderarse de lo que no era suyo serán desposeídos del justamente ahora en que la crisis aprieta.
Sin coartada, sin imaginación, y sin negocio, los robayayos han quedado desnuditos, de negocio y de vergüenza al fresco de la vida que está en la calle, señalándoles con el dedo por chorizos y miserables. Una vez perdida la inocencia, atraquen un banco que es más provechoso y socialmente mejor visto.
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