A menos de un mes de la celebración de elecciones generales parece como si no tuviera que celebrarse, o al menos, que nos quedaran todavía muy lejos. La gente está a lo que está, digo de las dificultades de llegar a fin de mes, incluso con el cinturón asfixiante ya, de tanto apretar, conoce que somos muchos también los que creímos que a nosotros no nos alcanzaría y ya pringamos, y como cuando las cosas van rematadamente mal pueden ir a peor, ahora nos sale la realidad para decirnos que las grandes mentes pensantes de la política han decidido que hay que recapitalizar los bancos, lo que quiere decir que con dinero público, es decir, de todos, o privado, es de unos cuantos, se dotará a los bancos de capital propio suficiente para que los pobres de sus directivos puedan volver a emborxacarse cifras absolutamente demenciales por unos pocos añitos viviendo como Dios para que sigan viviendo mejor todavía hasta el Día en que palmen, pero serán los herederos los que sigan tan ricamente instalados en lo más alto de los adinerados.
Y luego está lo de los políticos, sus familiares, sus amigos, sus conocidos y sus saludados, que en número absolutamente vergonzoso viven agarrados a la teta del presupuesto, así sea nacional, autonómico, provincial o local, que todas las instituciones sin excepción tienen gente metida en los ordenadores que ingresan los sueldos donde se les indica, a los políticos en ejercicio, que son demasiados, a los asesores políticos, que son un ejército procedente de los que se cayeron de las listas y han de seguir chupando del bote, a los funcionarios sin función que también son muchísimos, agarrados a su sentido patrimonialista del puesto de trabajo, a los desesperadamente altos sueldos de todos, a los coches oficiales, al uso de tarjetas de que se les dota para gastos oficiales y con las que pagan, algunos, incluso los vicios más viejos. Cuando toda esa caterva se apriete el cinturón, tal vez dispongan de fuerza moral para que no votemos en blanco.
Y luego está lo de los políticos, sus familiares, sus amigos, sus conocidos y sus saludados, que en número absolutamente vergonzoso viven agarrados a la teta del presupuesto, así sea nacional, autonómico, provincial o local, que todas las instituciones sin excepción tienen gente metida en los ordenadores que ingresan los sueldos donde se les indica, a los políticos en ejercicio, que son demasiados, a los asesores políticos, que son un ejército procedente de los que se cayeron de las listas y han de seguir chupando del bote, a los funcionarios sin función que también son muchísimos, agarrados a su sentido patrimonialista del puesto de trabajo, a los desesperadamente altos sueldos de todos, a los coches oficiales, al uso de tarjetas de que se les dota para gastos oficiales y con las que pagan, algunos, incluso los vicios más viejos. Cuando toda esa caterva se apriete el cinturón, tal vez dispongan de fuerza moral para que no votemos en blanco.
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