Nos podrá gustar más o menos, entender el fenómeno social en que se ha transformado la presencia en las fiestas de los pueblos de postín o por el contrario somos incapaces de comprender que la suelta de un toro cerril por las calles el día del patrón, habiéndose cobrado ya dos o tres muertes de otros tantos aficionados, dicen que con algún exceso de alcohol en sangre, lo cierto es que Ratón, el toro cerril por excelencia, se ha transformado en la atracción festera – cualquier día podrá alcanzar la categoría de toro de interés turístico – parece que haciendo las delicias de los aficionados, así en el pueblo donde pasea sus bemoles, como en la Comunidad Valenciana, a la que pertenece, o incluso convocando a aficionados de allende las fronteras.
Leo con estupor que la plaza de toros de Vinaros acogerá al toro Ratón y lo hará a reventar la Marinera. Incluso, y de ahí que el Ratón nos haya dado el susto al caerse uno del guindo hoy, con la noticia adicional contándonos que hasta un millar de aficionados catalanes han reservado su localidad el primer día de la puesta a la venta. No me parece exagerado que Ratón rivalice con Mouricho en popularidad, como apuntaba un compañero redactor con algún cachondeo esta mañana.
He visto a Ratón en algún reportaje de televisión y constato que el animal tiene planta; debidamente colocadas sobre la capa negra un par o tres de manchas blancas presenta el aspecto desafiante que cabe esperar de quien ha sabido explotar su indudable talento como toro de lidia, escapando a la muerte y no como otros de sus congéneres que palman al aire libre después de sufrir humillaciones mil e otras plazas también abarrotadas. Ratón, no. Ratón es altivo y razones que le sobran, después de haber salido indemne de sus muchas temporadas ya participando como un héroe de la fiesta nacional que se llama. Con un par, de cuernos, quiero decir, el toro sembrará el pánico en Vinaros y los aficionados serán felices. Animo Ratón, que la plaza es tuya.
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