viernes, 24 de febrero de 2012

Siete meses despues-Juan Soler-




Siete meses después de la última presencia, Francisco Camps regresó al escaño que teníam esperándole en les Corts Valencianes y a diferencia de las ovaciones que le esperaban a su llegada por parte de la bancadca popular en sus tiempos de presidente, esta vez no recibió ni una slola palmada. Apenas el saludo cortes de sus vecinos de escaño, incluido el de Ricardo Costa, y ahí acabaron las muestras de alegría por la vuelta de quien fuera primero en la lista que les hizo diputados autonómicos a todos ellos. Ahí está la diferencia entre lo que eres y lo que crees que eres.

Mientras Camps tuvo la llave de la caja, el boletin oficial de la Generalitat y resto de poder para poner y quitar prebendas, enchufes o simplemente trabajos, la gente se desgañitaba recibiéndolo al grito de presidente-presidente, con el entusiasmo que resulta necesario para mantener la proximidaad con el jefe, sea esa proximidad real o inventada. Francisco Camps ha quedado transformado en uno más de los políticos populares que forman la servidumbre del Partido Popular en Les Corts y según parece, no existe en el grupo parlamentario del Partido Popular idea alguna de mantener viva la llama del expesidente, todo y lo que se está oyendo de alguna que otra plataforma – las hay – que pretenden devolver a Camps al lugar que ya ha ocupado.

El problema de Camps es que el asunto de los trajes, de los que ha sido absuelto y no hay más que hablar, es que ha dejado atrás una Generalidad arruinada por obra y gracia de las gracias y las obras que se llevaron por delante las reservas y los créditos al Consell, para ser gastadas, en una televisión destinada a sí mismo, en los grandes eventos, en la Fórmula Uno, en la construcción y mantenimiento de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en Tèrra Mírtica y resto de exaltaciones que solo han servido para seguir aumentando la deuda que, entre otras cosas, impide que la enseñanza funcione como es debido, como la sanidad o las infraestructuras. La carga está ya sobre las espaldas de Alberto Fabra que parecía debil y edstá demostrando serlo bastante menos.


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